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Era un sábado soleado cuando decidimos llevar a nuestro amigo Juan a la granja local donde puedes recoger tus propias peras y comprarlas por kilo. Juan había llegado de visita desde la ciudad, y queríamos mostrarle algo especial del campo.

Al llegar, nos recibió el dueño de la granja, don Manuel, un hombre amable con una sonrisa cálida. Nos entregó unas cestas y nos explicó cómo elegir las mejores peras. "Las más maduras tienen un color amarillo dorado," dijo mientras señalaba un árbol cercano lleno de frutas jugosas.

Comenzamos a caminar entre los árboles, disfrutando del aroma dulce que llenaba el aire. Juan estaba encantado; nunca antes había visto tantos árboles frutales juntos. Cada vez que encontraba una pera perfecta, la mostraba con orgullo antes de colocarla en su cesta.

Después de un rato, nuestras cestas estaban casi llenas. Decidimos sentarnos bajo un árbol para descansar y probar algunas de las peras que habíamos recogido. Eran deliciosas, dulces y jugosas, justo como don Manuel había prometido.

Mientras comíamos, hablamos sobre lo relajante que era estar en contacto con la naturaleza. Juan comentó que esta experiencia le hacía recordar su infancia, cuando visitaba la finca de sus abuelos. Fue un momento nostálgico y alegre al mismo tiempo.

Finalmente, llevamos nuestras cestas al puesto de venta y pesamos las peras. Don Manuel nos felicitó por nuestra buena elección y nos dio una receta para hacer mermelada de pera. Pagamos y regresamos a casa con una sensación de satisfacción y muchas historias para contar.

Esa tarde, cocinamos juntos y preparamos la mermelada siguiendo la receta de don Manuel. El olor de las peras cocidas llenó la cocina, y todos coincidimos en que había sido un día perfecto.

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